viernes, enero 23, 2009

así, dormida, tranquila, pálida y segura. entre flores color bugambilia

unos minutos antes de saber que habías muerto, salí y el cielo estaba pintado con acuarelas. después sonó el teléfono y con sólo saber que habían marcado de ensenada supuse lo peor. corrí a casa de tus hermanas, para vivir el momento que tanto había temido por años: mis viejitas han empezado a morir. las lágrimas cayeron al piso que ellas caminan lento a diario.

Elvira, tengo muy clara tu risa, como un video en loop. te recuerdo fuerte y peleonera. comiendo feliz. tu voz grave. el olor de tu cuarto y de tu ropa. tus pantalones color turquesa.

ella era la más grande de mis tías abuelas. tenía 89 años. fue la única de cuatro hermanas que tuvo hijos: cuatro hombres que se reunieron este domingo, después de años de no hacerlo.
mi tía vivió sus últimos años al lado del mar. allá si hacía caso y tomaba sus medicamentos a la hora indicada y no comía lo que tenía prohibido.


sabemos que era tiempo de que descansaras. yo no sé que pase al morirnos. no me creo del todo el cuento de la casa en el cielo, entre luz cálida y sonrisas inacabables. más bien, te imagino en un cuarto con luz tenue, muebles de madera obscura, un bolero, tu ceño fruncido, mientras tu comes lo que te da la gana, fumas uno tras otro, juegas solitario y siempre ganas.

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